Los niños prefieren a Mozart


                                                                                                                                  
Idoia Franch Isach,
Alumna del aula de cultura audiovisual

¿Es buena la música para los fetos? La respuesta a esta pregunta es un enorme sí, y más especialmente la música clásica.
Estudios demuestran que al escuchar música clásica, los niños se estimulan, ejercitan neuronas corticales y fortalecen los circuitos usados para las matemáticas. La música estimula los patrones cerebrales inherentes y refuerza las tareas de razonamiento complejo, es decir, abre la inteligencia.

Esto es enormemente importante ya que el desarrollo del proceso del lenguaje depende de cómo se ha estimulado auditivamente a los niños en edad temprana, dicho en otras palabras, de cómo hemos enseñado a escuchar a los niños. Antes de que el niño comience a balbucear, ya habrá entrenado su oído para enfocar los sonidos del idioma de sus padres, y habrá aprendido a escuchar las estructuras del lenguaje que les permiten asimilarlas y memorizarlas. Si los niños antes de nacer ya están captando sensaciones, vibraciones y sonidos procedentes de la música estaremos adelantando el proceso y mejorando su aprendizaje.


El psicólogo, escritor y educador musical Don Campbell propone que el niño, desde su etapa fetal, debe ser estimulado musicalmente por su madre. De este modo mejorará su crecimiento, su desarrollo intelectual, físico y emocional y su creatividad. Este efecto también sigue dando buenos resultados durante los primeros cinco años de vida, estímulo capaz de formar seres inteligentes pero además emocionalmente sanos.
Todos estos beneficios se conocen con el nombre de “Efecto Mozart”, ya que principalmente son las obras de este autor las más atractivas para los fetos, debido al tipo de vibraciones que produce.  Además de en los fetos, la música de Mozart también tiene oros beneficios. Algunos de ellos son el desarrollo de habilidades para la lectura y la escritura, del lenguaje verbal, de habilidades matemáticas, de la capacidad de recordad y memorizar, como también atenuar los efectos de algunas determinadas enfermedades como el Alzheimer.
¿Cuál es el componente mágico del efecto Mozart? Los potentes análisis realizados informáticamente sobre la naturaleza de la música de varios compositores ha mostrado que la que posee propiedades sobre el razonamiento espacial o la epilepsia, como la de Mozart y Bach, posee una «periodicidad de largo plazo», que no tiene el resto de música sin efecto. Ello consiste en formas de ondas que se repiten regularmente, pero espaciadas.
En algunos países europeos, como Gran Bretaña, una persona de cada 130 sufre epilepsia. Un estudio realizado sobre 39 pacientes con epilepsia severa, midiendo sus ondas cerebrales, reveló que la audición de la música de Mozart redujo significativamente la actividad epiléptica en 29 de ellos. En bastantes pacientes, la presencia de ondas epilépticas se redujo a la mitad de tiempo. Al interrumpir la música la mayoría de los efectos favorables disminuyeron.
Lo más llamativo del efecto Mozart es la disminución de los episodios epilépticos. Para comprobar también si se dan consecuencias a largo plazo, a una niña de 8 años que sufría episodios epilépticos durante el tiempo diario que estaba despierta, se le hizo que escuchase la sonata K448 de Mozart durante 10 minutos cada hora. El número de episodios se redujo de 9 veces a solo 2 en las primeras 4 horas.
En 2003 la revista Nature publicó una investigación de la Universidad de California que reforzaba la idea concluyendo que solo diez minutos de una sonata para piano de Mozart bastaban para mejorar nuestro razonamiento espacial.
Eso sí, todos estos efectos son fruto de meros estudios, los resultados de los cuales pueden ser variables, pero de ellos podemos extraer dos ideas básicas. La primera sería que el efecto Mozart existe y la segunda que pese a existir hay que delimitarlo y estudiarlo con más profundidad para extraer conocimientos totalmente verificables.

Sobre los efectos de la música y los niños habla también el psiquiatra Thomas Verny.  Este médico de nacionalidad canadiense, en los años cincuenta cambió el objetivo de sus estudios para pasar de las madres a los niños, y dejó la obstetricia por la psiquiatría perinatal.
Todo empezó cuando se encontró con pacientes que tenían recuerdos de cosas sucedidas cuando eran recién nacidos o incluso antes. Uno de los primeros fue "un joven abogado que se veía a sí mismo de pequeño en una cuna blanca. Eso no podía ser, porque en todas las fotos familiares salía en una azul. Hasta que preguntó a su madre y supo que, nada más nacer, como eran muy pobres, una vecina les prestó una camita blanca. Él nunca lo había sabido", explica Verny.
Aquel fue el punto de partida para un proceso de reconsideración de todo lo que se sabía hasta entonces. "Se creía que no se podían tener recuerdos antes de los dos años, que es cuando aparece el lenguaje. Pero experiencias como esta muestran que no es así", dice. " que tampoco se trata de falsos recuerdos, construidos porque se ha oído una historia de mayor y con ello se ha elaborado lo que pasó de recién nacido".
Dentro de estas fases anteriores al nacimiento, uno de los aspectos que mejor se ha estudiado es el efecto del sonido en los fetos "en el último trimestre, que es cuando se desarrolla el oído", indica Verny. En ese tiempo, los futuros bebés ya están formados, y con técnicas de imagen se puede captar la reacción ante algunos estímulos. "Yo he visto por ultrasonidos a un feto sonreír al oír la voz de su padre", dice.
Y cuenta otro caso no sólo de reacción, sino de memoria: "El director de orquesta Boris Brott contaba que cuando estaba estudiando música se dio cuenta de que en algunas partituras podía anticipar cómo iba a seguir la melodía del chelo. Le preguntó a su madre, que es concertista de ese instrumento, y ella le contó que esas eran precisamente las piezas que estaba ensayando durante el embarazo". También atribuye a esta memoria temprana que un bebé se calme cuando oye a su madre tararear las canciones que cantaba durante la gestación.
La reacción de los fetos cambia según el tipo de música. "Se ve en las ecografías que les gustan Mozart y Vivaldi. En cambio, no les gustan el rock, el hard rock o el jazz", dice por su experiencia.
En conclusión, la música clásica en general y más concretamente la del genio austriaco Wolfang Amadeus Mozart es, además de auditivamente atractiva, beneficiosa para la salud y para el comportamiento y desarrollo de los seres humanos.

Bibliografía



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