Profesora de Historia
Me ha ocurrido a veces que,
hablando acerca de mi trabajo, cuando he comentado que doy clase de Estética en
un Conservatorio de Música, algunas personas han creído que enseño a mis
alumnos cómo peinarse y maquillarse para salir a escena. Sin llegar a este extremo, me he dado cuenta
que alguno de mis alumnos desconoce también de qué se ocupa esta
asignatura. Voy a intentar, por tanto,
un acercamiento breve y sencillo a su contenido.
Si buscamos en el diccionario
encontramos dos acepciones del término estética: “Ciencia que trata de la belleza y de la teoría fundamental y
filosófica del arte; Perteneciente o relativo a la percepción o apreciación de
la belleza”
El término estética procede del término griego “percepción”
y fue el filósofo alemán Baumgarten
quien en 1750 lo utilizó en relación con
el arte y la naturaleza de la belleza, dando origen a la vinculación de este
término con el arte.
Enfrentados a una obra de arte
tenemos (o deberíamos tener) una experiencia “estética”, una experiencia
emocional (pasiones, sentimientos, afectos…), a veces casi indefinible, que es
lo que trata de estudiar la estética, un
estudio diferente al análisis formal de la obra. La estética trata de dilucidar qué es lo que nos conmueve, qué es lo que hace diferente esta experiencia
de otras experiencias cotidianas. ¿Porqué a unas cosas las llamamos bonitas y a
otras las llamamos bellas? Porque intuimos algo diferente y superior en lo
bello. Lo bello y la belleza
centró los estudios estéticos hasta el siglo XX (a grandes rasgos), más tarde
la experiencia estética se separó de lo bello, aceptando que podía darse este tipo de experiencia ante
obras de las más diferentes características e incluso ante lo feo, lo grosero,
lo cruel (esto dio origen a enormes problemas filosóficos y psicológicos)
Eugenio Trías en su obra “El
canto de las sirenas” define la música
como el arte de la organización de los sonidos que pretende promover emociones
en el receptor. La estética de la música intenta conocer qué cualidades, aparte
de la perfección formal y el virtuosismo, son capaces de promover esas
emociones. El alma, el duende, el embrujo… se han dado
muchos nombres a ese “algo más” que se busca en la música cuando la
consideramos arte y, eso es lo que la estética convierte en su objeto de
estudio.
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